Torneos internos como vehículo para favorecer la colaboración en las organizaciones.

El descubrimiento

Cuando empezó a rodar el balón en Catar, pensé en mantenerme alejado para no contribuir al consumo del “polémico mundial”. Sin embargo, en un país como México, donde se juega al fútbol en cada rincón, es complicado mantenerse al margen.

Como muestra, lo ocurrido en mi andar por los pasillos de la Universidad. La luz de la cancha me llevó directo a la algarabía de la porra y a los silbatazos del árbitro. En el rectángulo verde descubrí a la escuadra de Las Maestras, llamadas así por las estudiantes que integran los equipos rivales. En realidad, el grupo se conformó por personal administrativo, secretarias y claro, docentes que acudieron a la convocatoria para “desestresarse”, “divertirse” y “hacer algo de ejercicio”.

En mi descubrimiento, los balonazos impactaban los muros con la misma fuerza que nuestros antepasados golpeaban los tambores en honor a los dioses. En la cancha, la pasión e intensidad eran la norma. La técnica no era imprescindible. Cuando la pelota se le escurría a la portera o la defensa no lograba contener el embate, una voz gritaba “¡el chiste es jugar!”.

La evolución ——————

Como en toda actividad de conjunto, hay un proceso de adaptación y aprendizaje. En los primeros días, el equipo acordó su nombre y los colores del uniforme. Semana a semana revisaron por Whattsapp la disponibilidad de horarios y de jugadoras para no perder por default ningún partido.

Acudo a un nuevo enfrentamiento en el papel de aficionado. Desde la delantera salen tiros colocados y accidentados. Mientras tanto, el corazón y la garra intentan contener los ataques en la defensa. Se presentan los rebotes, las gambetas, las fallas y los goles sorpresivos. Esa noche escucho que van invictas. Pero como sucede cuando hablas bien de alguien, pronto te hace quedar mal. Y entonces, dos derrotas consecutivas. Intento creer que es un mal necesario para renacer.

Ahora ya se conocen. No hay duda de quienes corren más, quienes defienden y roban el esférico. Las de mejor puntería y quién protege el arco como a su propia vida. El crecimiento es notorio. Han aprendido a comunicarse. Aparecen las jugadas de pared, las individualidades suman y se muestran con mayor orden. Hay estilo.

Más allá del fútbol.

Al ver su desempeño en el torneo, las imagino unidas fuera de la cancha. Pienso que la cercanía y el compromiso les han permitido derribar las fronteras que generan los organigramas. Y más allá de triunfos o derrotas, el deporte permitió generar nuevos vínculos entre personas que seguirán disputando el balón en las aulas, en las oficinas y en cada función para anotar goles, que, en el caso de nuestra Universidad, son en beneficio de la educación.

*Texto: Rafael Rodríguez Reyna
Departamento de Acompañamiento e Impulso a Egresados
Universidad La Salle Bajío

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