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¿Se pueden crear culturas no violentas y masculinidades anti-hegemónicas?

by | Nov 15, 2022


Reflexiona la docente lasallista Lorena Curiel.

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la Mtra. Lorena Curiel Aguilera, psicóloga, psicoterapeuta Infantil y Docente de la Licenciatura en Psicología en la Universidad De La Salle Bajío, comparte un panorama del origen de la violencia contra la mujer y cómo prevenirlo. 

Cuando era niña, crecí viendo películas de princesas, en donde ellas esperan a su príncipe; que, por cierto, muchas veces era un hombre que no conocían; a que las rescatara y las llevara a vivir a su castillo pasando el resto de sus días felices por siempre. También, me enseñaron que el rosa es para niñas y el azul para niños, que a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa y que “calladita me veía más bonita”.

Con estos antecedentes, en mi adolescencia fui construyendo roles y estereotipos de que “el hombre ideal” tenía que protegerme y cuidarme, regalarme flores y abrirme la puerta para demostrar su amor y caballerosidad, que debía ser alto y fornido y de ser posible bajarme la luna y las estrellas.

Lo anterior es una construcción muy romántica del hombre ideal, que en mi experiencia es algo que nos han enseñado a muchas mujeres en diversos contextos, y quizá en el mejor de los casos y hablando desde mi privilegio, ya que a muchas otras mujeres se les enseñó que la función del hombre en la pareja, es la de proveer, tomar las decisiones importantes, tener el control de la relación, ejercer los castigos en la familia, los cuales incluyen violencia física y psicológica, entre muchos otros estereotipos de género.

Al final, desde ambas perspectivas, por el paso de las generaciones y a través de los años, se ha perpetuado esta idea de manera consciente e inconsciente de que la mujer es frágil, que necesita ayuda, a un hombre que la “rescate” o que las saque adelante, que dependa de él para tomar decisiones para conducir su vida, para relacionarse, para “ser feliz”.

Por otro lado, al hombre se le ha enseñado que debe mostrar su valía a través de su fuerza, que puede expresar su enojo sin una adecuada autorregulación, pero no su tristeza, que tiene que esforzarse para lograr todas sus metas, y en muchos casos, que tiene poder, que su sexo lo hace superior a las mujeres.



Con todos estos constructos que se aprenden desde una edad temprana acerca de cómo comportarse y relacionarse consigo mismos, con los demás y en el mundo, a partir de su sexo, se van reafirmando los roles y estereotipos de género, dando como resultado una masculinidad violenta y machista.

La violencia es un producto de la cultura patriarcal y no es natural, por lo tanto, la masculinidad no es establecida biológicamente, sino culturalmente. Entonces surge esta pregunta: ¿se pueden crear culturas no violentas y masculinidades anti hegemónicas? Definitivamente sí.

Mediante muchas investigaciones se ha demostrado que la violencia no se transmite genéticamente, sino que requiere complejos sistemas pedagógicos y de reproducción social, política y cultural, es decir, la violencia se aprende, se enseña, se fomenta a través de cualquier persona o grupo que por su género, clase o edad tienen poder.

La violencia hacia las mujeres y sus daños, nos han marcado de una manera profunda, sin embargo, lo hemos integrado, normalizado, aceptado y hecho parte de nuestra cotidianeidad.

Es necesario deconstruir la violencia en todas sus manifestaciones, a través del conocimiento, la crítica, el cuestionamiento, para lograr desaprender y reconstruir.

¿Y cómo erradicar la violencia hacia las mujeres y construir masculinidades positivas, si estamos tan inmersos en una cultura machista? Creando espacios de reeducación, círculos para hombres, en los cuales se deje de buscar complicidad en sus violencias, y más bien los lleve a cuestionarse, reflexionar y explorar sus masculinidades, para transformarlas y convertirlas en masculinidades positivas.

También se requieren grupos de apoyo y de atención a hombres generadores de violencia y grupos de reeducación para mujeres, a cargo de especialistas en esta área.

Pero, sobre todo, más que buscarle solución al problema necesitamos prevenirlo. ¿Cómo?, desde el núcleo principal de nuestra sociedad, la familia. Necesitamos voltear a ver a las infancias y construir diferentes estilos de crianza basados en el respeto, la equidad y ejerciendo sus Derechos, que incluyen una vida libre de violencia e integridad personal. Se requiere seguir construyendo paternidades responsables y activas, que como padres, madres y cuidadores en general, comencemos a cuestionar la manera en cómo nos criaron a nosotros, y mediante trabajo personal, grupal, social, vayamos cuestionando estos modelos tradicionales, autoritarios y violentos para no volverlos a replicar.

No solo los hombres necesitan deconstruir estas ideas machistas, también necesitamos hacerlo las mujeres, ambos desde nuestros roles: como padres y madres, maestros y maestras, profesionistas, trabajadores, en nuestros grupos de amigos, de compañeros, dejando de perpetuarlas y comenzando a cuestionarlas.

Para que las ideas, los constructos sociales, los estereotipos puedan cambiar, necesitamos visibilizarlas, nombrarlas, cuestionarlas, debatirlas, para que esto se convierta en política pública, y solo así, generar cambios verdaderos, desde la raíz. Por eso los invito a reflexionar en este Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres.

Texto trabajado por: Mtra. Lorena Curiel Aguilera

Psicóloga y Psicoterapeuta Infantil

Docente en la Carrera de Psicología en la Universidad De La Salle Bajío

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